En los bosques del norte de nuestro país vive uno de los mamíferos más grandes de México: el oso negro (Ursus americanus). A pesar de su nombre, la coloración de su pelaje puede ser negra, canela o incluso beige.
El oso negro llega a medir dos metros de largo y pesa hasta 215 kilogramos. Su gran tamaño no le resta movilidad. De hecho, en distancias cortas alcanza velocidades de 40 kilómetros por hora y, de ser necesario, es capaz de trepar a los árboles. Además, cuenta con una vista aguda, un oído muy desarrollado y su olfato se compara al de los sabuesos.
Sus hábitos son diurnos, pero evita la parte más calurosa del día. En esas horas descansa en "camas" que fabrica con hojas y ramas. La presencia del ser humano está modificando esta conducta, incluso radicalmente, al grado que en algunos casos los ha transformado en animales nocturnos.
El oso negro llega a medir dos metros de largo y pesa hasta 215 kilogramos. Su gran tamaño no le resta movilidad. De hecho, en distancias cortas alcanza velocidades de 40 kilómetros por hora y, de ser necesario, es capaz de trepar a los árboles. Además, cuenta con una vista aguda, un oído muy desarrollado y su olfato se compara al de los sabuesos.
Sus hábitos son diurnos, pero evita la parte más calurosa del día. En esas horas descansa en "camas" que fabrica con hojas y ramas. La presencia del ser humano está modificando esta conducta, incluso radicalmente, al grado que en algunos casos los ha transformado en animales nocturnos.
Aunque el oso negro está clasificado como carnívoro, la mayor parte de su dieta se compone de bayas, flores, hierbas, tubérculos y frutos secos. Complementan su alimentación con carroña, peces, insectos, miel y ardillas.
Los osos negros abarcan grandes territorios. Si su alimento escasea, los machos llegan a desplazarse en una superficie de hasta 125 kilómetros cuadrados; las hembras, más sedentarias, prefieren una quinta parte de esa extensión. Como son animales solitarios, sus respectivos territorios suelen superponerse, de manera que eventualmente llegan a encontrarse. Para evitar conflictos, han desarrollado una clara jerarquía social definida por el sexo, el tamaño y la fuerza de cada individuo.
En la época de apareamiento, durante el verano, los machos marcan su territorio tallando su lomo y sus hombros en los troncos de los árboles. Las hembras, durante el periodo de hibernación y después de siete meses de gestación, dan a luz a un par de oseznos (pueden llegar a ser cuatro). Al nacer, cada cría pesa 250 gramos; en un par de meses alcanza los dos kilogramos de peso. Los cachorros permanecerán con su madre durante dos años.
En México, el área de distribución de los osos negros se ha reducido en 80 por ciento. Todavía hace unas cuantas décadas se les encontraba en Coahuila, Chihuahua, Durango, Jalisco, Nayarit, Nuevo León, Sinaloa, San Luis Potosí, Sonora, Tamaulipas y Zacatecas. Sin embargo, debido a la destrucción de los bosques de pino y encino (el hábitat de los osos), además de la cacería indiscriminada, ahora sólo se sabe de algunos ejemplares de oso negro en el norte de Chihuahua, Coahuila y Nuevo León, aunque no existen datos precisos acerca de su distribución actual.
Por esta razón, las autoridades de nuestro país han declarado a esta especie en peligro de extinción y han prohibido su cacería. Sin embargo, esta medida será insuficiente si no se protege la casa de estos magníficos y carismáticos animales: los bosques templados de México.
Artículo publicado en Greenpeace de México.